¡Organízate y lucha!
8 de septiembre de 2025
Redactado por Modesto Blanco Sánchez
En estos días la Flotilla Global Sumud, integrada por numerosos barcos de varios países, navega por el Mediterráneo rumbo a Gaza con la intención de romper el bloqueo ilegal israelí y llevar ayuda humanitaria a la población gazatí, sometida desde hace 23 meses a bombardeos cotidianos, que han asesinado a decenas de miles de personas y han destruido sus medios de vida, y a un bloqueo criminal que condena a la indigencia, la enfermedad y el hambre.
Desde que Israel inició en 2007 el bloqueo de la Franja de Gaza por tierra, mar y aire, tras la victoria electoral de Hamás en las elecciones legislativas palestinas, la sociedad civil internacional ha organizado numerosas flotillas de la libertad, casi todas ellas interceptadas por Israel, en ocasiones con resultado trágico, como en 2010, cuando la Marina israelí atacó en aguas internacionales al barco turco Mavi Marmara y asesinó a 10 de sus tripulantes.
Ante la pasividad y complicidad de los gobiernos occidentales con el genocidio, somos el pueblo, la ciudadanía, quienes nos organizamos cada vez más para intentar frenar la barbarie, mediante las flotillas de la libertad, el bloqueo de la Vuelta a España, el boicot a los productos israelíes y de empresas colaboradoras con el genocidio y con tantas otras formas de protesta como la imaginación popular pone en marcha. La actual flotilla solidaria lleva el nombre de sumud, palabra árabe que significa constancia o perseverancia, actitudes que definen la resistencia del pueblo palestino ante la ocupación colonial sionista, tanto históricamente, desde finales del siglo XIX como en la actualidad, desde hace más de 700 días, a lo largo de casi dos años de genocidio planificado.
El actual genocidio, declarado como tal incluso por organizaciones humanitarias israelíes, como B´Tselem y Médicos por los Derechos Humanos de Israel, es la fase terminal del proyecto colonial sionista sobre Palestina, cuyo objetivo es erradicar a la población autóctona, por eliminación física o expulsión, para sustituirla por colonos judíos venidos de cualquier lugar del mundo y establecer en toda Palestina un Estado nacional judío étnicamente puro, con el menor número posible de personas palestinas viviendo en él.
En Gaza el plan parece próximo a su culminación: al menos 65.000 personas asesinadas, 16.000 desaparecidas, 160.000 heridas, casi todas las infraestructuras destrozadas, 50 millones de toneladas de escombros y 500.000 personas en riesgo inminente de morir por hambre: ya son centenares las fallecidas y su número aumenta cada día. Y lo que Israel ofrece a las dos millones de personas que todavía malviven en la Franja es un gran campo de concentración junto a la frontera egipcia (“ciudad humanitaria” en la neolengua orwelliana israelí), al que se podrá entrar pero del que nunca se podrá salir si no es hacia el exilio en otros países. Según el diseño de los grandes poderes mundiales, en la “Riviera de Oriente Medio” trumpiana no hay lugar para las palestinas y los palestinos, pero tampoco en Cisjordania, donde, sin alcanzar el nivel de genocidio, Israel continúa una limpieza étnica que alcanzó sus momentos álgidos con la Nakba de 1948-1949 (750.000 expulsados) y la Naksa de 1967 (300.000 expulsados).
Con el apoyo del ejército, los colonos judíos hostigan a los pobladores de las aldeas palestinas, incendian o derriban sus casas, talan los olivos y arrasan sus cosechas para conseguir que se marchen y poder ocupar sus tierras. Desde que se formó el actual gobierno de Netanyahu (diciembre de 2022) Israel ha expropiado 2.600 hectáreas de tierra palestina. Este año 2025 la operación “Muro de Hierro” contra varios campamentos de refugiados del norte de Cisjordania, apoyada por la Autoridad Palestina, ha expulsado a 40.000 personas sin posibilidad de retorno.
Los sionistas mesiánicos que apuntalan el gobierno de Netanyahu no hablan de Cisjordania, sino de Judea y Samaria, los territorios bíblicos que constituyen el corazón de la “Tierra de Israel”, otorgada por Yavé a Abraham y su descendencia. Sus títulos de propiedad son irrebatibles (están escritos en la Biblia) y sólo renunciarán a ellos si se les obliga.
El problema es que en Cisjordania viven más de 3 millones de palestinas y palestinos. Si Israel no ha anexionado antes los territorios palestinos ocupados no es porque acate las resoluciones del derecho internacional, que viola constantemente, sino porque no quiere incorporar a su Estado a 5 millones de personas que, sumadas a las dos millones que viven dentro de las fronteras anteriores a 1967, alterarían la composición demográfica de Israel y pondrían en cuestión el carácter judío de su Estado. En consecuencia, el estado colonial adopta una estrategia de exclusión, inspirada en los “bantustanes” del régimen racista surafricano del apartheid, ratificada por los infames Acuerdos de Oslo de los años 90 del pasado siglo y aceptada por una Autoridad Nacional Palestina vendida a los intereses de Israel y de las potencias imperialistas que crearon y sostienen el régimen sionista: El 60% del territorio de Cisjordania ha quedado bajo el control directo de Israel, mientras que sólo el 40% restante, fragmentado en islotes incomunicados donde vive el 85% de la población palestina, dispone de algún tipo de autonomía, limitada por la ocupación militar israelí. Pero incluso esto les parece demasiado a los sionistas religiosos y supremacistas judíos de los que depende Netanyahu. El ministro de Finanzas (Smotrich) acaba de hacer público un plan por el que Israel anexionará el 82% de toda Cisjordania, dejando un exiguo territorio para 6 reservas indígenas en las que concentrar a la población palestina.
Frente a todo esto, nuestros líderes políticos occidentales, avergonzados por su inacción y las terribles escenas de masacre y hambruna, barajan la posibilidad de reconocer al Estado palestino como forma de presión sobre Israel, mientras siguen negociando con él y prestándole el apoyo militar y diplomático necesario para que siga eliminando al pueblo palestino. Pero, ¿qué Estado van a reconocer, 165 pedazos de tierra palestina aislados y cercados por los controles militares del ejército sionista, que entra en ellos a su antojo? El simple reconocimiento de un Estado palestino ficticio no parará el genocidio ni acabará con la ocupación colonial. Los instrumentos efectivos que la Unión Europea debería utilizar son la revocación del acuerdo comercial preferente con Israel, el embargo total de armas y la ruptura de relaciones diplomáticas.
Es preciso que la comunidad internacional reaccione e imponga el alto el fuego inmediato, el desbloqueo de las fronteras de Gaza para que pueda entrar la ayuda humanitaria, la retirada del ejército israelí de todos los territorios ocupados y la aplicación de todas las resoluciones del derecho internacional, desde el retorno de los seis millones de personas palestinas refugiadas hasta el desmantelamiento de las colonias judías en tierras palestinas e incluso la detención de Netanyahu como criminal de guerra.
La “solución de los dos Estados” es inviable. La realidad de Palestina es un solo Estado, supremacista judío y terrorista, que ocupa ilegalmente todo el territorio y margina, arrincona, elimina y expulsa a las personas no judías, a las que priva de sus derechos humanos fundamentales. Este Estado anacrónico, racista e imperialista, que nació en la guerra y sólo puede mantenerse por medio de la guerra es el que debe desaparecer para que por fin pueda realizarse la autodeterminación nacional palestina, pospuesta durante casi un siglo: una Palestina libre desde el río (Jordán) hasta el mar (Mediterráneo) con igualdad de derechos para todas las personas al margen de su identidad étnica o religiosa. Como decía Edward Said, palestinos y judíos deben aprender a convivir en el territorio donde el devenir histórico les ha juntado.
La capacidad de sumud del pueblo palestino, reivindicada por la flotilla, le ha permitido resistir la ocupación, aferrarse a la supervivencia y a la lucha por sus legítimos derechos, manteniendo la aspiración a una Palestina libre de colonialismo y apartheid. Pero para conseguirlo necesita el apoyo de los pueblos libres del mundo. La presión internacional contribuyó a la desaparición del régimen supremacista blanco en Suráfrica y ayudará también a la desaparición del régimen supremacista judío de Israel. A ese objetivo debemos aportar nuestro grano de arena todas las personas que amamos la libertad y la igualdad y nos conmovemos ante las injusticias. El pueblo palestino y todos los pueblos oprimidos del mundo tienen derecho a vivir en dignidad.